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Toni Ortega

septiembre 15, 2013

Esta vez dimos la clase de I Ching en el taller de pintura de Tamara, en Poble Nou. Confieso que al principio me descolocaba hacer clases en lugares lo menos parecidos a un aula, pero después de haber hecho clases en el comedor de una casa, la terraza de un bar, un parque e incluso dando un paseo, el lugar me pareció de lo más sugerente.

Rodeados de objetos curiosos, cuadros y esculturas, nos sentamos alrededor de una mesa. César preguntó al grupo quién quería tirar los dados, aunque rápidamente resolvió la incógnita apuntándome con el dedo. "Será Toni quien los tire". No recuerdo cuál fue el hexagrama, aunque sí la pregunta, ya que por aquél entonces tenía una molestia en la ingle derecha. A decir verdad, llevaba años con ella. Así que pregunté cuál era el origen de aquella molestia.

Lo que relato a continuación es el recuerdo de una milésima parte de todo lo que César dijo, pues sin sus palabras y sin su conocimiento es difícil transmitir el alcance de aquella sesión de I Ching y la repercusión positiva que tuvo sobre mí. Volviendo a la clase, el hexagrama rápidamente descartó cualquier lesión muscular como sugerí tras competir durante años a fútbol sala. Y lo que mostró fue una radiografía de mi intestino grueso y delgado, así como del apéndice que los une, completamente atorada. Me asombró ver hasta el más mínimo detalle, la comida que habitualmente ingería, la que me resultaba nutritiva y la que no, la falta de hidratación de agua, la manera en que otros órganos participaban en este drama y, finalmente, el origen de la dolencia. César me miraba de frente, sin necesidad de consultar el hexagrama, como si él mismo fuera el I Ching. Me hablaba con un máximo cuidado, sin posibilidad de ofenderme, sabiendo que ahora entrábamos en el terreno de la psique, y que entre la psique y la dolencia nadábamos en un mar de intensas emociones.

Vimos el paralelismo entre las palabras, gritos y enfados tan poco nutritivos que me había "tragado" desde un tiempo que ya ni recuerdo y mi intestino delgado, incapaz de absorber todo aquello. Y todo este dolor que no exterioricé por mi boca, quedó sedimentado en el apéndice, sin que el intestino grueso pudiera eliminarlo. Pero el I Ching y César no me dejaron acomodarme en el sillón del victimismo, mostrándome que hay otra cara de la moneda por descubrir y que lo que consideramos "el problema" no deja de ser una fantasía que esconde la verdad de uno mismo. ¿Cuál es esta verdad que quemaba en mi interior? Eso ya es harina de otro costal.

Volviendo al hexagrama, también me mostró cómo se desarrollaría la dolencia si no hacía ningún cambio. Formulado de otra forma, equivaldría a decir cómo sería mi vida a lo largo del tiempo si todo siguiera igual. Una última pregunta de César es la que me hizo pedazos: "No quieres saber a qué sabe el néctar de tu propia vida?"

Un abrazo!

Toni

José Ezequiel

30 diciembre 2018

El juego del todolové...

Acerca de un libro de César Yáñez*

                                                                                                                              Esta es una breve reflexión acerca de un libro que un tal Sol Verde escribió acerca de otro libro que un día  su padre le regaló junto a una biografía de Gandhi y otra de Lenin.

Sol Verde nos comparte que leyó dicho libro, a sugerencia de su madre, como si se tratase de poesía, pero no era poesía, puesto que el libro en cuestión es el I Ching, o el "libro de las mutaciones", a través del cual se cree que puede llegarse a describir la situación del presente de quien lo consulta, así como poder llegar a predecir el modo en que se resolverá el futuro de dicha situación si se actúa de forma correcta.

Sin embargo, tras conocer el verdadero uso del I Ching comenzó a utilizarlo. Y un día recibió una llamada que a su vez resultó ser el llamado de un Maestro, a quien Sol Verde identificó como el Hombre en el Camino, quien en su primer encuentro le comentó:

-A usted lo estaba esperando....

Y desde mi punto de vista esta es la parte esencial del libro, es decir, la relación  entre un Maestro y un Alumno pero desde la otra Academia que es la Vida, sin horarios, sin calificaciones, sin certificados. La educación que solamente es posible gracias a la empatía y a un interés mutuo que raya en un carácter prácticamente sagrado.

A través del libro se describe la relación entre Sol Verde y el Hombre en el Camino, la cual es una relación entre alguien que Sabe que Sabe y que también Sabe que es capaz  de enseñar y compartir lo que Sabe. Es decir, la Sabiduría plena en cuanto a un campo en específico. Y por otra parte, los sentidos receptores de alguien que Sabe un poco pero desea Saber un mucho, y para ello se disciplina a las Clases de quien en verdad Sabe y está dispuesto a compartir con él, a fin de enseñar.

Y es en el concepto de Clase donde radica el otro de los ejes principales del libro. El hacer Clase entre dos personas que equivale al hacer Asamblea propio de la vida en las Comunidades Rurales a la hora de organizar sus trabajos o para la resolución de sus problemas. Clase y Asamblea que son tan necesarias y tan deseables para las Colectividades Urbanas si en verdad están concientes del terrible futuro que se aproxima y se deciden a actuar de una forma correcta. Como si hubiesen leído el I Ching.

Muchas Clases se hacen caminando, porque al caminar el pensamiento fluye y la conversación se hace más amena. Pero la radicalidad del caminar puede llegar al extremo del cambio de ciudad o de país, enfrentando con esto a otras culturas y formas de vida, lo cual inevitablemente conduce al enriquecimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. Y en este caminar Sol Verde tiene la tendencia de cambiar los nombres por conceptos a los lugares que visita y a las personas a quien conoce.

Por otra parte, muchas otras Clases se hacen en la cantina, pues el alcohol también es un medio a través del cual las ideas pueden fluir con más elocuencia, claro, siempre y cuando no se caiga en el exceso.

Durante este caminar, entre cantina y cantina, el Hombre en el Camino le llega a cuestionar a Sol Verde hasta dónde está dispuesto a llegar a fin de apropiarse del I Ching, e incluso le pide que lo deje todo a cambio de poseer este conocimiento. Pero después resulta que en este "dejarlo todo" existe la recompensa de encontrar en el I Ching  la solución a los problemas que lo agobian, es decir, la entrega no es un sacrificio sino más bien la Salvación.

Otro de los aspectos importantes que resalto de este libro es la cuestión de los Sueños y de su respectiva Interpretación. Los sueños son como las drogas, no le revelan a la persona más allá de lo que ella es. Y por experiencia se que en los sueños podemos ver tanto valoraciones de nuestro pasado, como predicciones de nuestro futuro. Por desgracia, la agitada vida de nuestras sociedades modernas nos impiden muchas veces darle el tiempo y la importancia para una adecuada interpretación, y de hecho, prácticamente se nos enseña a concebir este proceso como algo inútil o sin sentido, que a veces raya en la cursilería.

Y como suele suceder en la literatura de Sol Verde, no podía faltar un toque de sensualidad, y este se da de la mano de Miel de Oliva...Sin palabras.

El final lo debe de encontrar quien lea el Libro. No me corresponde a mí usurparlo. Solamente deseo compartirles una frase de este libro que creo que tal vez sea cierta:

Somos un robot celular tridimensional y holográfico

 creado por un manipulador genético.

*el I ching en el planeta Tierra

 las enseñanzas del Hombre en el Camino

Ernesto Carvajal

28 enero 2019

El sábado por la noche, por fin, me llegó su libro. El domingo por la tarde empecé a leerlo y no pude parar hasta terminarlo. Enhorabuena!!!! Por el texto, por los dibujos, por la historia-cuento del andariego y Sol verde, por la Poesía que desprende el libro en cada página, que engancha y no te deja marchar.

Me ha encantado, ha merecido la pena la espera. Enhorabuena de nuevo y gracias por embellecer la Vida.

Un saludo.

Ernesto.

Christine Germain

5 febrero 2019

Si tuviera que resumir en una palabra la experiencia viva del Iching en mi vida, hablaría de paradojas:

¡eso es real pero su contrario también!

El uno incluído en el otro en un movimiento sin fin.

 Un desafío para una mente que trata siempre de comprender, de encajar cualquier historia en casillas.

Conocí el I ching hace cuarenta años en México y siempre anduvo a mi lado. Era el libro de Richard Wilhem con su interpretación de los 64 hexagramas...Rigidez.

Luego la de Ciryl Javary, más cercana; para luego quedarme con la de Thomas Cleary sobre la interpretación de Liyeou-yi-ming.

Saber ya de I Ching fue un impedimento creo porque no se sabe del I ching, como se sabe del Tao.

Y llegó César:

en vez de libros, dibujos.
en vez de conocimiento, movimiento energético.

Caí en un vacío sin fondo, reacción del mental al desaprender para abrir camino a la fe, a la fe como fenómeno energético, abertura...me relajé. Dejé las paradojas vivir en mí, los caminos a veces retorcidos y tensos del mental dejaron lugar a la visión. Me fundí con ese punto, el punto de partida...cielo anterior, para estallar y proyectarse...cielo posterior, nace la materia. Ahora sé que vive en mi y lo veo en efectos muy concretos.

El Iching efectivamente es un libro, el gran libro de la vida que cuenta nuestra historia, una historia en capas y niveles de experiencias, de núcleos incluidos los unos en los otros, como una cebolla, dice César, vamos deshojando realidades, realidades paralelas pero no separadas, parte de un gran Todo.

Como el Universo conservamos también el recuerdo del punto de partida en lo más profundo de nuestro ser.

Y eso lo descubrí en los talleres de César, un puente entre esa sabiduría antigua y nosotros.

María Cuesta Llavador

23 marzo 2019

Hola César, te envío mi testimonio,

gracias por todo! 


Hace poco menos de un año, andaba paseando por la montaña con mi perra, ya de avanzada edad. Ella, que es muy meticulosa a la hora de olfatear cualquier cosa que se encuentre en el paseo, se paró en unas plantas para descubrir con toda la calma del mundo qué había tras aquél rastro que acababa de encontrar. Yo me esperé a que terminara porque estábamos en un cruce de dos caminos, la miré para ver si había terminado, pero seguía muy ocupada a lo suyo. así que me volví a girar a mirar el cruce, di unos pasos para  ver mejor a dónde llevaban y por cuál seguir caminando. Cuando decidí, me volví a mirar a la perra para emprender el camino de nuevo y ya no estaba. 

Se esfumó.  

Empecé a caminar camino abajo, y no la veía. Volví a subir camino arriba, me acerqué al rio...y nada. La perra ya no estaba. Estuve un buen rato dando vueltas por la zona y llamándola pero no aparecía. Como está mayor pensé que se había desorientado, o que se podía haber caído en el rio, porque bajaba agua a gran velocidad y como las patitas le fallan, quizás se había resbalado al agua.

 En uno de los momentos de máxima desesperación me acordé de César, a quien conozco ya hace muchos años, y a quien he consultado en varias ocasiones, cuando mi situación personal estaba realmente atascada y no sabía cómo salir, o cuando la situación me superaba y no la podía gestionar. 

Me hizo la consulta por teléfono, y me dijo que la perra estaba en el camino, pero yo no la veía. Y que sobre todo estaba bien. Porque uno de mis mayores miedos era que se hubiera caído en el rio y la corriente se la hubiera llevado, o que se hubiera caído por un terraplén. El insistió en que la perra estaba bien, y luego me preguntó "qué hay al final del camino?", le dije que una ermita, y me dijo que estaría allí, esperándome, porque él la veía en una casa en lo alto del camino. 

Después de dar varias vueltas caminando y no verla, decidí coger el coche, porque ya había anochecido, y subir hasta la parte más alta del camino, donde está la ermita. Allí tampoco estaba. Me esperé un rato, y al ver que no aparecía, volví a hablar con César, y él volvió a consultar el hexagrama y me dijo que la perra estaba en una casa, segura y tranquila, que no me preocupara.

Yo di por hecho que se había vuelto caminando ella sola hasta la mía. Cuando me disponía a irme, me llamó la policía diciendo que habían 

encontrado a la perra. Al parecer se había despistado en el cruce de caminos y al no verme siguió el camino todo recto (como me dijo César al principio, la perra estaba en el camino, cuando le llamé la primera vez) hasta encontrarse con un chico, con el que subió hasta la ermita (nuevamente el I Ching acertó) y allí estuvieron esperándome un buen rato. El chico, al ver que yo no llegaba, decidió bajar el camino, avisar a la policía, y llevarse a la perra a su casa. Así que como salió en la consulta la perra no estaba en mi casa, pero sí estaba en una casa, calentita, segura y tranquila, como me aseguró César.

Mari Carmen Márquez Villar

27 marzo 2019

Algún curso y algún libro sobre I Ching habían llegado a mí, pero querer buscar más al respecto y la ilusión y las ganas de aprender me han llevado a César como Maestro.

El día que mi amigo me llevó a conocer al Maestro de I Ching me sorprendió comprobar que no era chino. ¿Cómo un Maestro de I Ching no es chino?, me preguntaba yo. No me esperaba a alguien con túnica y pelo largo y blanco, pero por lo menos chino.

Lo cierto es que no importa de dónde fuera, lo que importa es que César tiene la capacidad de hacer fácil lo difícil (lo contrario ya lo hacemos el resto), tiene capacidad para acercar lo invisible al ojo del alumno y la alumna con naturalidad y delicadeza. El I Ching no es sólo una técnica para aprender tal y como se presentan en algunos cursos. El I Ching es la manera de ver el Mundo que nos rodea como parte de un Todo del que formamos parte. El I Ching son unos valores humanos y divinos entrelazados esperando a ser reconocidos como parte de cada uno de nosotros para conocernos a nosotros mismos y relacionarnos con el Mundo en el que vivimos.

Cuesta, claro que cuesta...cuesta visualizar los hexagramas, cuesta aceptar el conocimiento que el I Ching te muestra de ti misma, de ti mismo. Ese saber que siempre estuvo dentro de ti y no querías darle importancia, no querías verlo. Pues ahí se muestra. Por algo será.

Y en su manera de enseñar lo que muestra el I Ching, hay dulzura y verdad absoluta. Es así, sin más. Y lo es Todo. De corazón puro, sin juicios, sin prejuicios, inocencia y rotundidad de la mano. Claridad y oscuridad van siempre juntas. No hay problema sin solución, ni solución sin problema. Respetando el ritmo de cada alumna y cada alumno.

Pedagogía en cada palabra, en cada tiempo, en cada silencio. Haciendo honor a todo lo recibido en la vida de su propio Maestro, de sus propios aprendizajes, de su manera de ver el Mundo...lo vuelca en sus clases haciendo de estas un espacio 'sagrado' para compartir este camino de aprendizaje de I Ching. Compartiendo el aprendizaje, las risas, la comida que cada uno trae para los descansos, las cervecitas y los dulces; compartiendo los avances y compartiendo los juegos con plastilina para visualizar. Las fuertes impresiones de lo que a cada uno muestra el I Ching. ¿Cómo puede ser que haya salido esta preocupación, o esta decisión o esta situación? Dicho de otra manera: compartir el asombro del alcance del I Ching en cada momento. 

César enseña esta inmensidad del I Ching y además puede expresarla a través de la escritura. En su libro, esta pedagogía aparece nuevamente. Haciendo fácil lo difícil. Seguro que la persona que se acerque al libro por primera vez se sentirá confusa pero no menos atraída para querer seguir descubriendo lo que su corazón sí ha podido leer entre líneas y su mente, aún no alcanza. 

Sólo puedo estar agradecida porque con cada taller siento que mi mente se acerca, poquito a poquito, a lo que ya sabe mi corazón.